domingo, 1 de marzo de 2015

RAMON NADAL, EL MAESTRO DE SIEMPRE

Ramón Nadal
Dibujo de Ramón Nadal (1943)
Paisaje, Ramón Nadal (1980)
Ramón Nadal (1980)
Una nueva exposición de Ramón Nadal y un nuevo goce para la vista y un nuevo deleite para el espíritu. La obra de Ramón Nadal produce siempre lo mismo en el espectador: doble goce, doble satisfacción. La vista y el espíritu, por igual, se recrean en esa armonía colorística, en esa admirable construcción del cuadro y en esa fuerza telúrica que se desprende de estos maravillosos paisajes que su paleta inigualable ha trasladado, con gracia y elegancia, a la tela.
         Y ello es así, porque Ramón Nadal se nos presenta, en esta exposición, como el maestro de siempre. Como el artista que ha sabido dominar el paisaje y hacerlo suyo. Como el artista que ha sabido conjugar línea y color en una simbiosis perfecta. Como el artista que ha convertido en obra de arte todo lo que su paleta ha tocado. Como un artista, en fin, que ha hecho del arte una religión y de su cultivo un culto.
         En esta muestra que al fenecer del año 1980 nos ofrece, vemos al Ramón Nadal de siempre, dotado de aquella fuerza que le ha venido distinguiendo, y de la acusada sensibilidad de que ha impregnado todas sus telas. Puede decirse que los años no pasan para él. Al contrario, a medida que transcurre el tiempo, esa solidez que ha venido caracterizándole se afirma todavía más y nos da la obra de plenitud que todo artista  consciente ofrece a los que le siguen. Pero esto que digo no es nuevo. Porque en Ramón Nadal esta solidez y esta plenitud ha venido acompañándole siempre, ora tímidamente, ora con toda la fuerza de que es capaz este arte magistral suyo.
         Una vez más Ramón Nadal se presenta ante el público. Ante este público que le quiere y le admira, y que gusta y se deleita con esa obra suya, siempre tan incitante y tan sugestiva. Y, una vez más, asistimos al espectáculo de siempre. Al espectáculo de una obra que asombra por la fuerza de su pincelada, por la riqueza de un colorido lujuriante y por la serena, la equilibrada, ejecución de unos temas llenos de sensibilidad y fuerza expresiva. Ante obras como éstas nos sentimos gozosos y reconfortados.
                                                           GASPAR SABATER
                                                        Académico de Bellas Artes
Noviembre de 1980

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