Conocí a Alzamora, a su obra, a raíz de un certamen de pintura. Era un completo desconocido en el campo del arte y le dimos el primer premio. Su presencia, en este certamen, fue una auténtica revelación. Desde entonces he seguido sus pasos y he visto agrandarse su figura. Ahora, ya de lleno en el mundo del arte, su nombre ha ido adquiriendo una notoriedad estimable.
De Antonio Alzamora podría decirse que ha conseguido una cosa muy difícil en el terreno artístico: la de asumar color con suavidad. Generalmente los pintores coloristas suelen ser estridentes. Parece como si la fuerza del color llevara aparejada la fuerza del trazo. Alzamora, por su parte, se nos presenta como un pintor colorista, como un pintor en posesión de una gama de color amplia y variada. Y, sin embargo, este color está tratado con delicadeza, con suavidad, prudentemente. Y en esto estriba el valor de esas obras suyas. Sus paisajes, llenos de color, respiran una variedad que los hace dignos de estima. El paisaje mallorquín, paisaje mediterráneo y, por ende, clásico, requiere este tratamiento. No se comprende una realización que no siga esta línea interpretativa. Mallorca y su enclave paisajístico demandan una interpretación que, al par que rica en colorido, nos dé la sensación de placidez y serenidad propia del clasicismo mediterráneo.
En esta muestra de ahora, Antonio Alzamora sigue fiel a su principio. Y sus obras, dentro de esta suavidad en él característica, se nos presentan ricas de color y exponentes de un alma sensible y fiel captadora de un paisaje de excepción1.
GASPAR SABATER
1 Extraído de la exposición realizada en la Caja de Ahorros de Manacor (Aprox. 1980).
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