Vista panoramica de Artá 1981 |
Nevada en Alaró |
Conocí a Alzamora, a su obra, a raíz de
un certamen de pintura. Era un completo desconocido en el campo del arte y le
dimos el primer premio. Su presencia, en este certamen, fue una auténtica
revelación. Desde entonces he seguido sus pasos y he visto agrandarse su
figura. Ahora, ya de lleno en el mundo del arte, su nombre ha ido adquiriendo
una notoriedad estimable.
De Antonio Alzamora podría decirse que
ha conseguido una cosa muy difícil en el terreno artístico: la de asumar color
con suavidad. Generalmente los pintores coloristas suelen ser estridentes.
Parece como si la fuerza del color llevara aparejada la fuerza del trazo.
Alzamora, por su parte, se nos presenta como un pintor colorista, como un
pintor en posesión de una gama de color amplia y variada. Y, sin embargo, este
color está tratado con delicadeza, con suavidad, prudentemente. Y en esto
estriba el valor de esas obras suyas. Sus paisajes, llenos de color, respiran
una variedad que los hace dignos de estima. El paisaje mallorquín, paisaje
mediterráneo y, por ende, clásico, requiere este tratamiento. No se comprende
una realización que no siga esta línea interpretativa. Mallorca y su enclave
paisajístico demandan una interpretación que, al par que rica en colorido, nos
dé la sensación de placidez y serenidad propia del clasicismo mediterráneo.
En esta muestra de ahora, Antonio
Alzamora sigue fiel a su principio. Y sus obras, dentro de esta suavidad en él característica,
se nos presentan ricas de color y exponentes de un alma sensible y fiel
captadora de un paisaje de excepción[1].
GASPAR SABATER
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