Ramón Nadal |
Dibujo de Ramón Nadal (1943) |
Paisaje, Ramón Nadal (1980) |
Ramón Nadal (1980) |
Una
nueva exposición de Ramón Nadal y un nuevo goce para la vista y un nuevo
deleite para el espíritu. La obra de Ramón Nadal produce siempre lo mismo en el
espectador: doble goce, doble satisfacción. La vista y el espíritu, por igual,
se recrean en esa armonía colorística, en esa admirable construcción del cuadro
y en esa fuerza telúrica que se desprende de estos maravillosos paisajes que su
paleta inigualable ha trasladado, con gracia y elegancia, a la tela.
Y ello es así, porque Ramón Nadal se
nos presenta, en esta exposición, como el maestro de siempre. Como el artista
que ha sabido dominar el paisaje y hacerlo suyo. Como el artista que ha sabido
conjugar línea y color en una simbiosis perfecta. Como el artista que ha
convertido en obra de arte todo lo que su paleta ha tocado. Como un artista, en
fin, que ha hecho del arte una religión y de su cultivo un culto.
En esta muestra que al fenecer del año
1980 nos ofrece, vemos al Ramón Nadal de siempre, dotado de aquella fuerza que
le ha venido distinguiendo, y de la acusada sensibilidad de que ha impregnado
todas sus telas. Puede decirse que los años no pasan para él. Al contrario, a
medida que transcurre el tiempo, esa solidez que ha venido caracterizándole se
afirma todavía más y nos da la obra de plenitud que todo artista consciente ofrece a los que le siguen. Pero
esto que digo no es nuevo. Porque en Ramón Nadal esta solidez y esta plenitud
ha venido acompañándole siempre, ora tímidamente, ora con toda la fuerza de que
es capaz este arte magistral suyo.
Una vez más Ramón Nadal se presenta
ante el público. Ante este público que le quiere y le admira, y que gusta y se
deleita con esa obra suya, siempre tan incitante y tan sugestiva. Y, una vez
más, asistimos al espectáculo de siempre. Al espectáculo de una obra que
asombra por la fuerza de su pincelada, por la riqueza de un colorido lujuriante
y por la serena, la equilibrada, ejecución de unos temas llenos de sensibilidad
y fuerza expresiva. Ante obras como éstas nos sentimos gozosos y reconfortados.
GASPAR SABATER
Académico
de Bellas Artes
Noviembre
de 1980
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